El cristiano y la política.

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Muchas naciones consideradas cristianas están sufriendo enormes injusticias de parte de sus gobernantes, jueces, ministros y de aquellos que están en eminencia.

Muchas naciones consideradas cristianas están sufriendo enormes injusticias de parte de sus gobernantes, jueces, ministros y de aquellos que están en eminencia. Vemos como la maldad progresa a niveles inusitados y somos testigos de los escándalos protagonizados por aquellos que se supone están para obedecer y hacer obedecer las leyes, y para impartir justicia. Robos, corrupción, abusos en contra del huérfano, de la viuda y del desvalido; el triunfo aparente de los más perversos de una sociedad que parece premiarlos por su impiedad; la aparente derrota y desesperanza de aquellos que quieren vivir de una manera piadosa, obedeciendo las leyes de cada nación. En fin, un triste espectáculo azota muchas naciones al día de hoy. La biblia no es ajena a esos temas, y los aborda mostrando el corazón de Dios clamando por justicia en la tierra.

Las naciones solo tienen un camino de esperanza, y esa esperanza no radica en candidatos o gobiernos mesiánicos. Lo único que dará una definitiva liberación a la humanidad es el mensaje del evangelio de Cristo
transformando corazones, haciéndoles someterse a la buena y perfecta ley de Dios, y haciendo de cada individuo un bastión de justicia. Es el conjunto de esos seres individuales que hará la diferencia, cuando cada uno de ellos en la esfera en donde Dios los haya puesto, sirva a Dios y le haga bien a la nación a la cual pertenecen.

Mientras pongamos nuestra esperanza en partidos y en candidatos, por bien intencionados que aparenten ser, estaremos comprando más decepción. No obstante, un cristiano consciente de sus deberes cívicos, puede hacer una gran diferencia cuando llega a conocer el propósito de Dios al instituir los gobiernos, y cuál es el tipo de líderes que Dios aprueba. La participación política de cristianos con esa vocación y llamado, conscientes y comprometidos con el bien común, y el voto bíblicamente informado de los creyentes en general, pueden hacer una gran diferencia en unas elecciones presidenciales, legislativas y municipales.

Una participación cívica consciente de los creyentes en los procesos políticos guiados por la Palabra de Dios es fundamental para ver cambios beneficiosos para las naciones. Personas que se llaman cristianos no deben apoyar a partidos o candidatos que avalan ideologías contrarias al cristianismo, ni candidatos cuyo perfil es totalmente contrario a lo que Dios aprueba como líder. Esto no quiere decir que los cristianos solo pueden apoyar partidos o personas que se ajusten fielmente a la Palabra de Dios, pues eso es casi imposible; pero sí que no deben apoyar a aquellos que se apartan de estos parámetros, de tal manera que debería ser inconcebible para un creyente identificarse públicamente con los mismos. El señorío de Cristo reclama todos los sectores de la vida humana, y los gobiernos y los liderazgos son algunos de ellos; pues, aunque es muy cierto que los reinos de este mundo serán influidos por el maligno hasta la venida de Cristo, los creyentes estamos llamados a hacer una diferencia, aplicando la Palabra de Dios al tomar decisiones como ciudadanos en estas esferas.

Es la intención del Grupo Acción Cristiana levantar la consciencia de los cristianos para que hagamos una diferencia al ejercer nuestros deberes cívicos y nuestro voto, para que podamos así tener los gobiernos y los líderes que más se conformen a lo que Dios llama un buen gobierno, o un líder aprobado por Dios.

Flaquer, José Antonio. Cristianismo & Política (2016).

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